segunda-feira, 4 de outubro de 2010

La noche del despertar de Buddha

La noche del despertar de Buddha
Relato del Majjhima – Nikãya

“En la búsqueda del reino incomparable y excelente de la paz”, Gotama vivió numerosas experiencias
místicas antes del despertar, pero, ni la enseñanza recibida de sus maestros experimentados, Ãlãra el Kãlãma y Uddaka Rãmaputra, a los que muy rápido igualó, ni la ascesis rigurosa que se impuso por cinco años después de abandonarlos, le trajeron la paz del nirvana a la cual aspiraba. Renunció entonces a las mortificaciones que lo habían conducido al umbral de la muerte. Tomó alimento, para el gran escándalo de los otros monjes que lo abandonaron pensando que él había renunciado a la lucha.
Pero, separado por completo del plano del deseo, Gotama buscó otro camino y lo encontró en los estados de absorción interior.
Sería en Uruvelã, en el Magadha, bajo la higuera que sería llamada “el árbol del Despertar”, donde Gotama habría de alcanzar su meta y convertirse en el Buddha, es decir, el despierto. A continuación, el relato según el Majjhima – Nikãya, uno de los numerosos relatos de la experiencia de esta noche.
En él, el Buddha expone sucesivamente el acceso a cada uno de los cuatro jhana (en sánscrito: dhyãna) y, luego, la aparición de la sapiencia, sutil intuición mística, fruto de estas absorciones, la cual toma aquí tres formas.
“Aggivessana, después de que tomé un poco de alimento y recuperé las fuerzas, despegado de los placeres de los sentidos, de las malas disposiciones, entré y permanecí en la primera absorción, dotada de atención y análisis, nacida del desprendimiento, plena de alegría y felicidad. Pero, Aggivessana, el sentimiento agradable de felicidad permaneció en mi ser sin aniquilar la conciencia.
Luego, con la eliminación de la atención y del análisis, entré y permanecí en la segunda absorción que es alegría interior, el corazón unificado, sin atención ni análisis, alegría y felicidad nacidos del samãdhi (recogimiento). Pero, Aggivessana, el sentimiento agradable de felicidad permaneció en mi ser sin aniquilar la conciencia.
Luego, con la desaparición de la alegría, permanecí ecuánime, atento y vigilante, y experimenté en mi ser esta felicidad de la que dicen los místicos: “ecuánime, atento, reside en la felicidad”. Así entré y permanecí en la tercera absorción. Pero, Aggivessana, el sentimiento agradable de felicidad permaneció en mi ser sin aniquilar la conciencia.
Luego, con el abandono de la felicidad, con el abandono del dolor y con la abolición del bienestar y el malestar anteriores, entré y permanecí en la cuarta absorción, sin dolor ni felicidad y la cual es ecuanimidad, vigilancia y pureza perfecta. Pero, Aggivessana, el sentimiento agradable de felicidad permaneció en mi ser sin aniquilar la conciencia.
Con el corazón recogido de este modo, purificado, claro, exento de manchas e impurezas, flexible, manejable, estable, inquebrantable, orienté mi conciencia hacia el conocimiento de las vidas anteriores. [...]
Recordé con detalle todas mis vidas anteriores, con todas sus circunstancias. Aggivessana, éste fue el primer conocimiento que obtuve durante la primera vigilia de la noche. [...]Pero, Aggivessana, el sentimiento
agradable de felicidad permaneció en mi ser sin aniquilar la conciencia.
Luego, con el corazón recogido de este modo [...], orienté mi conciencia hacia el conocimiento de la extinción de los flujos impuros [...]. Comprendí, entonces, perfectamente: éste es el sufrimiento, éste, el origen del sufrimiento, ésta, la supresión del sufrimiento, éste, el camino que conduce a la supresión del sufrimiento; comprendí perfectamente: estos son los flujos impuros, éste, el origen de los flujos impuros, ésta, la supresión de los flujos impuros, éste, el camino que conduce a la supresión de los flujos impuros. Cuando comprendí esto, cuando vi esto, entonces, mi conciencia se liberó del flujo del deseo, mi conciencia se liberó del flujo del devenir, mi conciencia se liberó del flujo de la ignorancia. Con mi conciencia liberada, supe que estaba liberado y comprendí: destruido está el nacimiento, vivida la vida brahmica, realizado lo que se debía realizar y ya no habrá más retorno a este mundo. Aggivesana, éste fue el tercer conocimiento que obtuve después de la tercera vigilia de la noche; así fue disipada la ignorancia, nacido el conocimiento, disipadas las tinieblas, nacida la luz, así es en aquel que permanece vigilante, firme y resuelto. Pero, Aggivessana, el sentimiento agradable de felicidad permaneció en mi ser sin aniquilar la conciencia. [...]”

de Tch’an Zen, Racines et floraisons, p.32 - Chantal Duhuy - Ed. HERMES

Fonte: Voces de montañas y ríos - Boletín n˚13 - febrero de 2007 - Fundación para vivir el Zen
           www.fundacionzen.org

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